Sigue apareciendo el trazo libre, la visión de lo pequeño y próximo, aumentado el tamaño de la flor siempre hasta el formato señalado antes. Tenía, mientras pintaba, el recuerdo de las flores pintadas por Monet durante los seis últimos meses de su vida y que regalaba como presente a todos los que le visitaban en aquellos días finales, decía que quería pintarlas todas…es lo que me pasa cuando salgo a mi jardín del pueblo. Las piezas que he pintado están más cerca de las construcciones florales de las primeras pinturas de Mondrian y la pintora cubana Amelia Pelaez,”Xochitl, flor de la vida”, 1938, y los dibujos florales de Elsworth Kelly, que de las grandes composiciones florales de Fantin-Latour, Renoir o Monet; En un raro fragmento autobiográfico de Mondrian, fechado 1941 escribe: “me apetecía pintar las flores no en forma de ramo sino aisladas en su unidad para así representar mejor su estructura plástica. Su “rosa azul”, parábola desintegradora de la realidad, con su corola plana, forma parte de mi mundo, el mundo de imágenes que todos los pintores llevamos como equipaje en la memoria.
Vienen como resultado de la mirada detenida sobre la estabilidad y el movimiento, la apertura radial de los pétalos y su juego entre la horizontal y vertical de sus planos. Son trazos firmes y sin posibles retoques, como aconsejaban los pintores zen, están lejos del planteamiento de la flor como elemento efímero, aquella fragilidad fin-de-siécle o cierta pose mallarmiana. Todas las corolas están suspendidas, solitariamente, en un campo de color. En algunas de ellas, el movimiento del pincel traduce el del tallo: es cuando la pintura deviene flor. A pesar de la velocidad del trazo, el espectador está invitado a participar en esa estrategia de las flores cuando se mezclan ópticamente en los setos, se integra el dibujo con la aguada en la que, en la última sesión, comienza el acrílico a integrar las técnicas y materiales precedentes. La integración del blanco y rojo, sin mancharse entre sí, establece un contraste que, me parece, muy sonoro. He intentado comunicar lo imprescindible de cada corola, su círculo de vida. Lo que me hace mirarlas y permanecer cerca de ellas. Termino con dos palabras, toda mi pintura, hasta el día de hoy, ha sido un nawriyyat, un poema floral Cuentan que las últimas palabras de John Keats, muerto en Roma a los 25 años y susurradas a un amigo pintor, Joseph Severn, que estaba a su lado en aquel momento, 23-2-1821, confirman la importancia de este tema. Las tradujo Luis Cernuda en su poema “a propósito de flores”:
“…ver como crece alguna flor menuda, el crecer silencioso de las flores, acaso fue la mejor dicha que he tenido en el mundo.”
Pedro Garciarias, 1-2-2009. Lloviendo en Granada.
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