"EL JARDIN DE GRANADA, la tierra que piso", el balance del año 2015
Vivir
en la Alpujarra es una forma de vivir, un estado del espíritu, una
manera de vivir echando raíces,"te baste la tierra, ni más ni menos",
así me recordaba el verso de un célebre poeta, la inolvidable hispanista
belga Elsa Galle-Dehennin.
Yo tenía un jardín en Yegen, una
casa alpujarreña, algo parecido a lo que Marlene Dumas o Karen Blixen
tenían en Africa, o Neruda y Bonnard frente al mar o Verdi en Villa
Sant'Agata. Siempre hay un lugar mágico y algunos tenemos una jardinera
mágica: Mª José, algunas veces entraba, sin hacer ruído, en el estudio y
me dejaba un ramo de gladiolos, con una nota, para que los pintase. El
huerto lo cultivaba el cuñado con pericia y buena mano.
Poesía
y pintura se unieron en este paisaje, mi último paisaje, e hicieron
nacer mi obra, cuarenta años pintando allí, en la casa alargada de la
plaza y que se abría, al fondo, a un jardín salvaje de casi trescientos
metros, digo salvaje porque árboles frutales y acantos junto a los
rosales, peonías, camelias japónicas, dalias, un jazminero, margaritas y
agapantos, orquídeas enanas, iris germánicos y los de kaempfer pintados
por Monet al borde del estanque de Giverny crecían juntos Todo se
entremezclaba y al unísono, sin notas discordantes. Eso sí, la
distribución era salvaje, como os he dicho, nada calculada ni ordenada,
solo un sendero de tejas de pizarra para poder caminar por en medio de
aquella jungla encantada. Al otro lado la antigua acequia de casi ¡dos
siglos! haciendo música acuática. Lo que hoy quiero resaltar es la vieja
tapia, hecha de tierra prensada y piedras, le falta un lado, se cayó,
para completar el rectángulo. Ella es la protagonista del texto del
Pliego junto al surco de agua que le besaba los pies cada tarde cuando
se abría la compuerta de la acequia para regar el huerto, realmente muy
árabe: mitad huerto, mitad jardín.
El huerto con su tapia
recuerda a los huertos cartujos que cada monje cuida, como un cartujo
laico me he movido en medio de él. La Theoría y la visión de lo divino.
Tal cual. Es que "los sueños no saben donde huir", creo que este es un
verso de Claribel Alegría, amiga de Juan Ramón Jiménez y una de las
poetas mías favoritas. Su antología personal la ha publicado
Visor, Madrid 2015. Hay que buscarla.
Leí hace años
que Miró dejaba sus pinturas en medio del campo para ver si la
naturaleza chirríaba con su presencia, si pasaba aquella prueba, la
pintura estaba bien. Copié ese "examen" y cuando terminé de pintar las
rosas para la exposición homenaje a Dulce Mª Loynaz, "las últimas
rosas", basada en uno de sus poemas del mismo título, colgué las
acuarelas de las ramas de todos los rosales, el resultado fue que ellos
me aprobaron el examen...
Mi pintura echó raíces en la esencia
vital de la Alpujarra granadina, la zona media, en un estudio a 1.080
mts de altitud y en línea recta a unos treinta y tantos kilómetros del
mar, desde aquella altura podía verse el mar y hasta los barcos
petroleros, hoy en día las nuevas construcciones...me han tapado aquella
maravillosa vista...que sigo conservando en mi memoria, "cuando aún se
podía ver el mar".
Yo no copio el paisaje, es la relación
mía con él. Me pregunto: ¿qué haces con el paisaje que estás viendo?,
entonces los poetas y la música sujetan mis pies a la tierra que piso.
Yo habito en otros y ellos me habitan: esto es un contemplativo que
pinta, lejos del populismo global que quiere dominar todos los rincones y
que con vanas promesas amenazan velada o descaradamente, según se vea,
las intocables libertades individuales o de la síntesis conceptual; los
otros me habitan sin distinción. Estoy en un paisaje. En un texto
indescriptible sobre el paisaje,. "Ver un paisaje tal como es cuando no
estoy allí..." yo no sé ni puedo, hay que leerlo completo, Simone Weil
escribió "a mí no puede revelarme su secreto, demasiado elevado. Váyame
yo, e intercambien sus secretos el creador y la criatura...cuando estoy
en algún sitio, profano el silencio del cielo y la tierra con mi
respiración y los latidos de mi corazón", está publicado en francés y
castellano, en Trotta "la gravedad y la gracia", Madrid 1998. El
original "La Pesanteur et la Grace" es de 1947, Plon, Paris.
Sigo
los mismos planteamientos que habéis leído en el balance de 2014:
luchar contra la dependencia del mercado del arte. Que negocien otros
pero no con nosotros. No estamos en esa dinámica. Habrá que respetar a
los que quieran entrar en tan peligroso medio...pero habrá otros que
seguiremos pintando e intentando exponer en sitios donde no hay mercado,
entidades culturales donde no hay ventas. El reconocimiento, ¿tiene
interés?, son los destinatarios de tu obra los que te ponen en tu sitio.
Ahora copio y suscribo: "el interés como artista lo tienes para tí
mismo, cuando al comunicarte el otro disfruta y goza con ello" Blake
Gopnik, crítico de Artnet News y colaborador de The New York Times.
Concluyo: la marginalidad es bella.
La buena pintura
necesita paciencia. Lo supo muy bien, Carmen Herrera, la artista cubana
que dijo: "If you wait for the bus, it will come"/"si esperas el
autobús, vendrá" por azar encuentra al norte de Londres, la Ikon
Gallery, ¿azar o intuición? con 89 años cumplidos, seis décadas pintando
para sí misma y sus amigos, sin un duro, sin mercado y feliz. Era la
seguridad de un autobús que daría a conocer su obra. Ahora el MoMa y la Tate se disputan sus cuadros. Sigue sin entusiasmarle el éxito, sigue
tan desprendida, austera y feliz como cuando pintaba y guardaba para sí
su obra o quizás para privilegiados amigos que tenían acceso a ellas. El
peligro nuestro es instalarnos en la que ya hemos hecho, conocemos y
divulgamos. Ya sabéis: el peor plagio, copiarse. El pintor no quiere
ahondar más y arriesgarse, se gana dinero y, de paso, se supera el miedo
al precipicio...
Eso fue lo que Carmen evitó y caminó sin prisa pero sin pausa hacia la plenitud de su arte.
También
lo supo, Nasreen Mohamedi, 1937-1990, hindú, nacida en Karachi cuando
la ciudad aún formaba parte de la India, descansa en un túmulo junto al
mar. Una magnífica exposición en el Reina Sofía,"la espera forma parte
de una vida intensa", muy bien comisariada, me ha marcado hondo.
Quiero seguir pintando, a pesar de la mala salud que fastidia un poco/mucho, no sé definirlo mejor.
He terminado este verano las series que me había propuesto. Las del tema de la luz quedan para el próximo verano.
Los
formatos grandes de "Los sonidos caligrafiados", los Sept Haikai y las
Trois Petites Liturgies de la Presence Divine quedaron terminadas, son
el homenaje a Messiaen para este año. La serie de la Puerta de las
Musas, también terminadas.
Hoy por hoy no tengo exposiciones previstas.
No
pintaré como entretenimiento ornamental aunque creo no haberlo hecho
nunca sino como espacio para pensar, encontrarse, discutir y hablar,
compartir emociones. Tenemos que atrevernos, ser sensatos,
intransigentes y con altura de miras; reivindicar el silencio y la
autocrítica como instrumento de trabajo. Los buenos amigos siempre
insustituíbles. Su sinceridad no tiene precio porque nos dicen todo...
incluído lo que no nos gusta oír.
Sensaciones visuales.
deslumbramiento sonoro: aire y luz, vibración óptica por la gestualidad y
el color, despojo de todo lo innecesario, ¿contención?, despojo hacia
una visión más pura. Destacando lo esencial e intercalar experiencias
fenomenológicas no objetivas con la experiencia de un espacio vegetal,
en la arquitectura natural de las plantas y el jardín.
Dos
sugerencias: buscad el espléndido texto de Leonardo Padura en el diario
EL PAÍS, "Toda La Habana desde una azotea", emociona la referencia a
José Mª Heredia y "La mujer que llora" de Zoé Valdés,
ed.Planeta,Barc.2013, texto revolucionario y una historia que pone a
caldo a cierto pintor célebre que no supo respetar la dignidad y
autonomía de las mujeres amantes que se cruzaron en su vida.
Pedro Garciarias